lunes, 21 de julio de 2008

Amor de un padre

Los turcomanes, nombre dado a muchas tribus del Asia Central, son célebres por la fuerza de sus afecciones naturales. En prueba de esta aserción se cita el siguiente caso: "Al fin del siglo xviii, Persia fue gobernada por un rey turcomano llamado Kurreem Kham, probablemente uno de los mejores que jamás había empuñado el cetro de aquel país.
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Un día llegó a él la noticia de que doce hombres habían sido robados y muertos bajo las mismas murallas de Shiraz, capital de su imperio.
A pesar de las pesquisas de la policía, por mucho tiempo no fue posible descubrir a los criminales. Por último se descubrieron, resultando ser de la misma tribu que el rey pertenecía. Encausados y probado su crimen, el rey dio órdenes de que todos sufriesen pena de muerte, a pesar de los muchos empeños de sus parientes y amigos.
Cuando los criminales fueron sacados de la cárcel para sufrir su sentencia, movió la compasión de todos ver entre todos a un joven como de 20 años, y este sentimiento fue cambiado por un verdadero dolor de corazón, cuando vieron a un anciano adelantarse al rey y pedir permiso para hablarle; le fue concedido y el anciano habló en los siguientes términos: -¡Rey, tú has jurado que estos criminales debían morir, y es justo; mas yo que no soy criminal, me presento a ti para pedir una gracia a mi soberano. Mi hijo es joven, él ha sido seducido a cometer el crimen, la justicia reclama su vida, mas, ¡oh rey!, el joven no ha probado aún las dulzuras de la vida, y acaba de desposarse.
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Yo me ofrezco para morir en su lugar. -Ten misericordia! Acepta al anciano y perdona al joven; déjale vivir para beber las aguas y cultivar las tierras de sus abuelos. El rey se conmovió en extremo al oír la petición del abuelo; mas no podía perdonar al criminal. Su crimen, había sido de homicidio. Pero vio la oportunidad de dar una lección a su pueblo del amor paterno y aceptó la propuesta del anciano.
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El hijo fue puesto en libertad y el padre murió en su lugar.
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"Dios encarece su caridad para con nosotros porque siendo aún pecadores Cristo murió por nosotros" (Romanos 5: 8)

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