Un banco de Nueva York, Estados Unidos, envió un ramo de flores a un banco de la competencia con motivo de la inauguración de sus nuevas instalaciones. Por una confusión, la tarjeta que acompañaba las flores decía: «Nuestras más sinceras condolencias».
Poco después, la florista que había cometido el error llamó al banco para ofrecer sus disculpas. Lo que más le preocupaba, agregó la muchacha, era que el otro ramo, enviado a un funeral, llevaba el saludo destinado originalmente al banco: «Felicitaciones por su nuevo domicilio».
En realidad para el cristiano, morir es como mudarse a una vivienda mejor. Estar con Jesús en un lugar hermoso, dejar atrás pesares y dolores y reencontrarse con sus seres queridos. Debe ser causa de esperanza y no de temor. Así pues, al creyente que fallece podemos sin duda felicitarlo por su cambio de domicilio.
Las sagradas escrituras nos alientan y nos dicen “Bienaventurados los que mueren en el Señor; sí, dice el espíritu, para que descansen de sus trabajos, pues sus obras con ellos siguen”. Apoc 14, 13.
"Es cosa preciosa a los ojos de Jehová, la muerte de sus justos”. Sal 115, 15 Amén...
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