jueves, 21 de mayo de 2009

JUSTIFICADO POR GRACIA

Lección: TITO 3:1 – 8
Texto Efesios 4:1 al 3
Domingo 24 de Mayo 2009



Introducción:
Pablo enfatiza a Tito en la obediencia y la conducta correcta para con todos, le pide que recuerden a partir de lo que eran, antes de la conversión, los cristianos, que lo son por medio de Cristo. Deben hacer buenas obras y evitar los debates innecesarios.

Desarrollo:
v. 1. Recuérdales—que están en peligro de olvidarse de su deber. Aunque lo conozcan. Los privilegios espirituales no nos autorizan para desvincularnos de los deberes civiles. Existe la oposición del cristianismo al paganismo, y la natural disposición de los cristianos a rebelarse a las personas mundanas.

Pueden llevar a muchos a olvidarse prácticamente de los principios cristianos, como la sumisión a los poderes existentes. Los cretenses tenían una fuerte inclinación hacia la insubordinación desenfrenada. La obediencia voluntaria se muestra en ser “prontos a toda buena obra.” Rom. 13:3.

v. 2. Que a nadie infamen—especialmente, a las “autoridades en el Señor”. No atacando a otros, humildes para con los que nos atacan. Considerados, no buscando nuestros derechos hasta el fin, sino indulgentes y bondadosos. (Nota, Fil. 4: 5). Muy diferentes de la avaricia natural y el espíritu agresivo, que era la característica de los cretenses. El deber de la conducta cristiana debe ser consecuencia de la gracia de Dios a todos los hombres.

v. 3. Nuestros pecados pasados deberían conducirnos a la clemencia para con otros. “No desprecies a nadie, porque tú eras igual de despreciado”, los que ahora somos cristianos. Así como Dios nos trató. Así debemos tratar a nuestro prójimo. Nos Faltaba corrección en nuestra manera de vivir. Irracionales. Un cuadro claro de la vida humana sin la gracia de Dios. La gracia es el único remedio para la necedad contra Dios. Servíamos como esclavos a la carne. Porque el apetito saciado pide el cambio constante de deleites. Provocábamos el odio de otros por nuestro carácter y conducta detestables y a la vez, los aborrecíamos a ellos.

vv. 4, 5. Pero cuando la bondad de Dios nos alcanzo, mostró cuán poca razón teníamos para enorgullecernos y despreciar a los que no eran cristianos. Es a “la bondad y amor de Dios”. No a nuestros méritos propios, que debemos nuestra salvación. Enseñándonos a tener este amor (benevolencia) así como Dios manifestó la gracia “a todos los hombres” (Ti. 2:11). Al contrario de las características (“aborrecibles y aborreciendo”) de los hombres no regenerados.

v. 5. No como resultado de nuestras buenas obras. Sino obradas por la justicia perfecta hechas en Dios”. Hay en nosotros una ausencia absoluta del elemento (“justicia”) en que sólo podrían hacerse buenas obras, y por lo tanto hubo ausencia de buenas obras. “Nosotros ni hicimos obras de justicia, ni fuimos salvados en por ellas: Porque la bondad de Dios lo hizo todo”. La regeneración es cosa hecha una vez para siempre, nuestra naturaleza cambia y nos convertimos en una criatura nueva; la renovación es un proceso diariamente continuado.

v. 6. El Espíritu Santo “vertió”, como líquido; no sólo sobre la iglesia en general en Pentecostés, sino también “sobre nosotros” individualmente. Este vertimiento del Espíritu comprende la gracia recibida antes de, en, y después del bautismo. Así como el Padre es “nuestro Salvador” inmediatamente. El Padre es el autor de nuestra salvación, y nos salva por Jesucristo.

v. 7. El propósito que Dios tenía al salvarnos (v. 5), era para, justificarnos por su gracia, y para que seamos hechos herederos. Tal esperanza bienaventurada, que antes no teníamos, llevará al creyente a practicar la santidad y la mansedumbre para con otros, y era la lección necesitada por los cretenses.

v. 8. “Fiel es la palabra a lo gratuito del don de Dios que es la salvación. Los que han aprendido a confiar en Dios, en lo que dice procuren mantener buenas obras. No aplicando más cuidado a especulaciones “infructuosas”.

Conclusión:
Nunca deberíamos olvidarnos, cuál fue nuestra condición antigua, y vivir hoy en consecuencia a la obra regeneradora que a hecho Jesús en nosotros siendo nuestros actos un reflejo de nuestra nueva condición.


Ilustración
En la historia de la literatura rusa impacta el caso del conde León Tolstoi, escritor de grandes obras universales, tuvo él mismo, una ida que bien parece sacada de una novela. Vivió una intensa búsqueda espiritual que concluyo feliz. Leyendo los evangelios sació por fin sus anhelos más profundos.
Lo interesante es que esta experiencia no sólo transformó su vida sino también su literatura. De novelas brillantes como: Ana Karenina, la guerra y la paz o Resurrección, y en las que de hecho ya se plasmaba la presencia tangible de su fe, se dedicó finalmente a la escritura de verdaderos comentarios bíblicos, atrapado por el evangelio ya que sólo quería hablar del mensaje vivo y transformador de Jesucristo.

1 comentario:

Administrador dijo...

Me parece bueno que puedan publicar un resumen de la Escuela Dominical

Gracias