jueves, 29 de mayo de 2008

MIKE PEARSON

Hace poco, durante un período de revolución en un país africano que aún se ve afligido por desórdenes políticos, Mike Pearson pastoreaba un extenso distrito situado en medio de la zona del conflicto. Tres veces por semana debía viajar por una carretera en la cual el tránsito era escaso debido a las bandas de guerrilleros. Cualquier viajero que tomara ese rumbo corría el riesgo de ser asesinado sin motivo. Pero el pastor Pearson se mantuvo fiel, y por unos dos años viajó por esa carretera varias veces por semana en cumplimiento de sus deberes pastorales.


Por fin llegó el día cuando los dos bandos declararon una tregua, y una frágil paz retornó al país. Cierto día, el pastor Pearson tuvo que hacer cierta diligencia en una oficina del gobierno. Después de completarla, salió del edificio y se asombró al recibir el saludo de un hombre alto vestido de militar, cargado con cintas de cartuchos y con varias granadas de mano colgadas de las correas y el cinturón. Con amplia sonrisa, el soldado le dijo al pastor Pearson: "Señor, permítame estrecharle su mano".
Mike es un hombre amistoso, pero ese gesto proveniente de un perfecto desconocido lo tomó por sorpresa, de modo que respondió: "Señor, ¿por qué quiere hacer eso?"
El soldado replicó: "Me gustaría estrechar la mano del hombre que no pudimos matar".


Interesado, el pastor le dijo: "Por favor, explíquese".
"¿No acostumbraba usted --le preguntó el militar-- viajar por la carretera principal todos los lunes, miércoles y jueves, y pasar el punto de la mitad del camino a eso de las diez de la mañana, en su minibús Toyota, de color café?"
"Sí" --respondió Mike, con mucha curiosidad.


"Pues ha de saber --prosiguió el soldado--, que en siete diferentes ocasiones mis compañeros y yo tratamos de matarlo. Nuestro plan era acribillarlo a balazos mientras pasaba frente a nosotros. Cada vez que escondidos entre los matorrales lo veíamos venir, apretábamos los gatillos, pero ¡nuestras armas se negaban a funcionar! Tan pronto como usted desaparecía en la distancia, nuestros fusiles-ametralladora volvían a funcionar. Probábamos cuidadosamente nuestros AK-47 antes y después que usted pasara, y funcionaban perfectamente. Pero cada vez que le apuntábamos, no salían los tiros. Sólo puede haber sido un espíritu o un ángel que impedía que nuestras armas funcionaran. Por eso es que quiero estrechar su mano. ¡Dios está de su parte... o usted está de parte suya!"


¡Qué extraña experiencia debe haber sido para el pastor Pearson el darle la mano a su fracasado asesino! Pero cuán agradable para él saber que estaba bajo el cuidado de los ángeles, aun cuando no se daba cuenta siquiera del peligro que corría. "A sus ángeles mandará por ti, que te guarden en todos tus caminos", dice Salmos 91:11.

No hay comentarios: