domingo, 25 de mayo de 2008

REFLEXIONES

LA NIÑA HUGONOTE EN EL SERÓN

Durante la persecución de los hugonotes en Francia, cuando estaba prohibida la emigración desde dicho país, una niña hugonote fue confiada a unos parientes que tenían libertad para viajar, con el fin de que la llevaran a Inglaterra.


Con tal objeto, la niña fue metida dentro de un serón como si se tratara de una mercancía vulgar.


Al pasar el registro en la frontera los soldados franceses, para evitarse el abrir todos los bultos, los pincharon con sus espadas. Aterrorizados los portadores de la comprometedora mercancía vieron cómo la espada se clavaba en el serón que contenía la niña, temiendo, no solamente por la vida de la niña, sino también que ésta les comprometiera con un grito. Cuando apresuradamente se alejaron del lugar de la inspección y abrieron el serón, pudieron ver que la niña había sido herida en el muslo, penetrando la espada varios centímetros dentro de la carne.


—¿Cómo fue que no gritaste? —le dijeron.
—El amor me hizo aguantar —declaró la niña— El amor a vos­otros, a mis padres y al Señor Jesús.



COMO PERDIÓ EL PERDÓN


Se cuenta de cierto hombre que había sido condenado a muerte, a quien un amigo influyente visitó personalmente en la cárcel, pues eran antiguos conocidos, llevándole una carta de indulto, que pudo ob­tener del gobernador de su Estado con grandes esfuerzos.


Sin embargo, deseando asegurarse de la disposición en que se hallaba el reo para merecer su generosa oferta, le preguntó:

—Si fueras indultado y te vieras libre, ¿qué harías? —El hombre, mirando a su amigo con una expresión de odio, exclamó:

—Lo primero que haría sería ir a asesinar al juez que me condenó y a Mr. X que declaró en mi contra en el juicio.


Apenado el amigo por esta respuesta, habló poco más con él y al salir de la cárcel rompió el indulto que llevaba en su bolsillo. El hombre se había hecho a sí mismo indigno del perdón.


Así sucede con muchos pecadores endurecidos por el pecado

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